La mujer más fea del mundo

29.09.2011 20:48

 

Tatiana Mosquera

Carrera 52 Carabobo, bazar de los puentes, en este lugar espero a que llegue mi hermana Amanda para acompañarla a comprar un casco para la moto que acababa de adquirir hacia pocos días. Un tendido verde en el piso sucio de este concurrido lugar tenía sobre él una cantidad de artículos viejos para la venta de quien necesitara algo de lo que allí se ofrecía: cucharas, cerámicas despicadas, lámparas como de motel pobre, un zapato de hombre sin el otro, quizás para alguno que le faltara la pierna derecha y otra cantidad de cachivaches usados entre ropa y artículos para el hogar. Pero ¿quién la necesitaba a ella?, era una mujer desgreñada, estaba totalmente desnuda, y sucia, en su cara se reflejaba una media sonrisa que me parecía algo hipócrita, estaba acostada esperando un comprador, por qué estaba en estas condiciones, seguramente la habían sacado de algún bote de basura donde ya había perdido sus vestiduras, y sobre esa tela verde que la ofrecían ya había perdido su dignidad al expresar con total abertura su desnudez. Sus ojos eran azules, su cabello rubio y enmarañado y media unos 20 centímetros. No sé qué o a quien miraba pero su sonrisa no se quitaba de su cara ni siquiera para mostrar desagrado y tristeza de estar en ese sucio y ruidoso lugar. Entre mirar a ambos lados para ver cuando llegaba Amanda y la fea mujer en el suelo decidí preguntarle al vendedor. El hombre estaba acuclillado frente a su venta y yo de pie a un lado.

-¿Qué vale la muñeca?- pregunté – el hombre miró hacia arriba haciendo contacto visual conmigo -¿Cuál? Me dijo. Pues también había ahí una lámpara en forma de muñeca, pero esta aunque sucia, llevaba un vestido rojo de Manola Española, con un abaniquito en su mano izquierda y el velo de su cabeza formaba la lámpara.

- Ésta- le señalé la muñeca fea con el dedo

– ¿La desnuda?- preguntó el hombre

-Sí. –No la vendo- me dijo. Es para mi hija

-¡Ah! ya. Miré al lado contrario de la venta para ver si Amanda venía por ahí. El hombre me volvió a hablar, esta vez no me miraba a mí, miraba la calle y los carros que por allí pasaban. –me la regaló un gamín ahorita antes de abrir el tendido-. Me dijo que la había encontrado por allá por la minorista por eso esta tan sucia, es que por allá hay mucho mugre, y como por allá también venden cosas de segunda quien sabe de dónde la habían traído, y como él sabe que yo tengo una niña me la regaló.

¿Y por qué la pone ahí sino es para la venta?

Me miró de nuevo y me dijo: -Es que no tengo donde echarla, porque cuando yo me voy hago una bolsa con este mismo trapo y listo. Y pues cuando llegué a la casa la baño, y que mi señora la peine y le haga una ropita con unos retazos y ropa vieja que uno ya no se pone y hay le queda la muñeca a la niña.

Sonreí pues me parecía muy particular su forma de hablar, -que bueno de seguro le va a gustar bastante la muñeca-.

- Ha si niña usted sabe que los pelaos se entretienen con cualquier cosa-. Asentí con la cabeza. Miré de nuevo al lado contrario y vi que por fin aparecía Amanda ya cerca. Alcé y sacudí la mano mirándola para que supiera que estaba allí, me vió y sonrió en señal de llegada. Al acercarse nos saludamos y me dijo –vamos-.  Miré por última vez la muñeca y le dije a Amanda –mira esa muñeca, ¿sabes por qué se ríe?- ella la miró, después a mí, esperando que yo le diera la respuesta, -porque ya tiene donde vivir, y cuando llegue a su casa recibirá un buen baño, ropa nueva y tendrá alguien con quien jugar. -Hasta luego le dije al hombre-.

-Adiós niña que esté bien-.