Un mundo triangular

19.09.2011 20:05

Yeni Paola Mosquera Hernández

Un día decidí dar una mirada a el mundo que me rodeaba, y, si, me di cuenta de que en efecto era un mundo triangular donde no pasaba nada por fuera de lo normal; si, ese mundo al que me refiero es ese en donde los juegos juegan a los niños, donde los animales piensan racionalmente y los hombres se dejan llevar por sus instintos; dónde luna y sol son amigos y se relevan dependiendo de sus estados de ánimo. Un mundo que no encierra sorpresas, es ese mismo mundo de arcoíris grises y lluvias de colores, aquí los bebes cuidan de sus madres, y los perros dirigen y castigan a sus amos. Pero ¿por qué esa noche en particular me había levantado con la necesidad de analizar el mundo a mí alrededor? Seguramente porque estaba cansado de que todo fuera tan normal.

Estuvimos conversando con unos amigos acerca de un posible mundo redondo, y nos causaba mucha tristeza la sola idea de pensar las cosas tan descabelladas que allí podrían ocurrir, dignas de ser contadas en alguna loca película.  A quién  podía ocurrírsele que los gatos fueran mascotas, que  las personas tuvieran un trabajo, y levantarse mientras aclara el día, llorábamos de solo imaginar, días de lluvia gris y lo mas sorpréndete arcoíris de siete colores, en fin… cosas así eran las que necesitaba mi mundo triangular para recobrar esa loca chispa que tuvo un día, lo repito odiaba que todo fuera excesivamente normal.

Pero un día algo paso en mi mundo triangular, aparte de las cosas que comúnmente veíamos, si, cosas como que un libro leyera a su lector, que un saxofón interpretara bellamente a su saxofonista, si, cosas de ese estilo, que un oso mientras camina por la calle imite a un mimo, o que un sapo que asiste al circo haga reír a un payaso, a veces me quedaba sin material en mis juegos, no tenía noticias que publicar porque en ese mundo triangular no ocurría nada interesante de ser contado; no podía publicar el que un cuadro pintara un artista o que una cantante había sido cantada por su canción, los animales necesitaban algo creíble para leer.

Esa noche me levante tome una ducha, y luego de recoger el periódico, fui a preparar mi desayuno, y mientras era absorbido por una taza de café, y el periódico me daba una ojeada, me detuve en aquella historia, algo por fin digno de contar en los últimos meses; se ha visto a una tortuga correr para no llegar tarde a su trabajo.

Esto era lo que contaba el avestruz a su amiga de toda la vida, una elefanta amarilla que vivía en un mundo hexagonal; le narraba lo aburrido que se encontraba de lo poco o casi nada que pasaba en su común y corriente mundo triangular.